CHARLA TRABAJOS DE AMOR PERDIDOS
Algunos de los intervinientes en la charla acompañados de su organizadora, NAZARET SERRANO SIMANCAS.
El pasado día 15 de noviembre nuestra Asociación estuvo en el I.E.S MUÑOZ-TORRERO de Cabeza del Buey, en un acto lleno de contenido social y cultural.
El motivo de dicha visita se debió a la invitación que recibimos por parte del Centro, y en concreto de una de sus profesoras, NAZARET SERRANO SIMANCAS, para participar en una actividad dentro del proyecto de la Biblioteca titulado “AL IES CON LOS CLÁSICOS” organizado para este curso escolar 2024-2025.
Dentro de este programa, pudimos colaborar en la charla “TRABAJOS DE AMOR PERDIDOS”, en un claro guiño, como puntualiza su Coordinadora a la obra de teatro de William Shakespeare.
Estuvo dirigida a alumnos de primero de la ESO, que comienzan su andadura formativa en el IES este año y al alumnado de FP Básica, que se van a incorporar al mercado laboral próximamente. Nazaret nos recordaba que todos los oficios son dignos y necesarios, colocando, en una misma balanza de valor, las salidas profesionales universitarias y no universitarias.
Fuimos recibidos por su directora, NATALIA SANCHEZ NIETO, con la que compartimos una breve charla y cambiamos impresiones, así como con el resto del personal docente del IES, donde recibimos una grata acogida y apoyo en nuestras tareas.
Por otro lado, los alumnos y personal del IES Muñoz-Torrero han podido disfrutar también de la exposición de “Oficios Antiguos”, en la que hemos colaborado en homenaje a nuestros antepasados y a esos oficios tradicionales que fueron la base económica de nuestros pueblos.
En su presentación, Nazaret Serrano Simancas, hizo una breve introducción del acto, explicando el motivo de elegir la temática de los oficios tradicionales pretendía ayudar al alumnado a reconectar con la cultura folclórica extremeña, y en particular con la nuestra, la de la Comarca de La Serena.
Los oficios antiguos son parte de la vida de los pueblos, y todos ellos corren el grave peligro de desaparecer. Las modistas, los sastres, los relojeros, zapateros y otros muchos, fueron oficios artesanos, que se están perdiendo por la mecanización de la industria, y que conviene retomar y hablar de ellos para no olvidar.
Recordó que nuestra presencia y explicación desde la experiencia personal de estos oficios, pretende darlos a conocer entre los más jóvenes, para tratar de sembrar una semilla de interés por recuperarlos.
Intervinieron varios miembros de la asociación, cada uno de ellos especializándose en la explicación de varios trabajos que fueron muy necesarios en tiempos pasados y requerían de una gran destreza y profesionalidad.
Manuel González Fernández nos habló del oficio de relojero, piconero y los constructores de chozos y casas de adobe, resaltando el esfuerzo y las peculiaridades de cada oficio. “La precisión y dificultad que requería ser relojero, las herramientas que necesitaban, todas muy pequeñas, como destornilladores, útiles para sacar agujas, teniendo que hacer uso de una lente, que le facilitara el trabajo minucioso para detectar la avería y repararla...” Con estas palabras nos fue introduciendo en el taller de ese oficio antiguo, del que quedan pocos profesionales, por la incursión del formato digital y mucho más electrónico.
Nos recordó la célebre frase, muy familiar entre los más mayores, de “voy al relojero”, en clara alusión a llevar el reloj a esos pequeños talleres, donde un artesano lo iba a reparar.
Acto seguido nos habló del oficio de piconero (un sistema de calefacción no tan antiguo, nos recuerda). Nos ilustró con esa imagen en el entorno rural, un periodo que él recuerda, al ser uno de uno de los trabajos que desarrolló siendo joven, y que aprendió con destreza al tener buenos maestros, muy necesarios en ese oficio. Este periodo empezaba cuando terminaba la montanera, y antes de que los árboles estuvieran en flor, entre los meses de octubre y febrero-marzo.
Nos dice en su intervención que el picón es un derivado extraído de la leña menuda. La tarea consistía en desmenuzar la leña, generalmente de encina, tras haber talado previamente los árboles, (incluso algunos de ellos eran derribados, al haber exceso de población de encinas). La leña se ponía alrededor de lo que iba a ser la piconera (hoguera grande), y el proceso de quema consistía en apagarlo bien con palas y agua, para pasar al proceso de enfriado, extendiendo la piconera y estando vigilante, por si salía alguna lumbre. El envasado se hacía en sacos generalmente de papel, y se hacía por la tarde, cuando el picón estaba totalmente frío. Una cuestión que tenían que tener en cuenta las familias que lo utilizaban como sistema de calefacción era la precaución de ventilar la zona donde estaba el brasero, que generalmente se colocaba debajo de una mesa camilla, donde se reunían las familias. Nos recordó que la leña y sus derivados, como el picón y el carbón era la base económica de muchas familias en el territorio nacional.
Seguidamente y para finalizar, expuso la importancia de las construcciones de los chozos y casas de adobe, verdaderas obras de ingenio y arquitectura popular. Muchos de los oficios del campo necesitaban que las familias vivirán cerca de ellos, por eso fabricaban artesanalmente chozos hechos de palos y rama, con una piel de oveja en la parte superior para que no entrara el agua, en un proceso de construcción minucioso y lento.
Con el tiempo se empezaron a utilizar otros elementos como el adobe, que eran moldes de barro y paja. Hacer adobe consistía en fabricar un molde, al que se le echaba tierra, paja, piedra fina y se mezclaba en seco, y luego se amasaba con agua, se dejaba secar y quedaba como resultado el adobe, que eran piezas rectangulares para ir levantando la pared y construir con ellos.
Seguidamente, José Luis Domínguez Gallardo nos habló del oficio de porquero (criador y cuidador de cerdos, como él mismo nos dijo), oficio que desarrolló su padre desde muy joven hasta su jubilación. José Luis nos dijo que por este motivo estuvo muy ligado a su infancia, y la de su familia. Eso le facilitó adquirir destreza y conocimiento del oficio, tan peculiar como exigente. Destacó que es un trabajo muy laborioso, como lo puede ser el del pastor. Exige mucha dedicación, explicando las peculiaridades de los machos, las hembras y las crías, que requerían estar muy pendiente de ellos. También reveló todo el proceso de cuidado y mantenimiento de los cerdos para que su rendimiento y calidad no sufriera perjuicios. Matiza que era la profesionalidad y la dedicación permanente del cuidador lo que hacía obtener los mejores resultados.
Dio pequeños apuntes sobre las peculiaridades de la montanera, que consistía en dar de comer hierbas y pastos, pero, sobre todo, bellotas, que eran ricas en grasas, de donde obtenemos el famoso jamón de bellota. La inmensa mayoría de las mismas estaban en el árbol y para eso se utilizaba la zurriaga o el zurriago, un palo largo y fuerte, con el que golpear las encinas para tumbar el fruto y así poder alimentar a los cerdos.
Nos ilustró también sobre los distintos tipos de escoba que se utilizaban en los cortijos y el cometido de cada una de ellas. En especial se centró en la escoba de manzarabía, (un tipo de hierbajo fuerte que nace en el monte, en matas de 50 cm) destinada para las casas junto con la de mijo y palma, y reservando las de tamujo de río e hiniesta, al ser más fuertes, para barrer las cuadras y establos.
Consuelo Martín-Moyano Blázquez habló de la importancia de los talleres de costura, donde la modista o el sastre hacían trajes y vestidos a medida, así como el arreglo de los mismos. Oficios que requerían de mucha destreza por las peculiaridades de las telas y tejidos a trabajar. Nos explica cómo han pasado a un segundo plano y han perdido mucha relevancia, ya que estas prendas nos vienen hechas ya de fábrica y las podemos encontrar en las tiendas y almacenes de ropa a mucho menor precio.
Pero eran un medio de vida en aquellos tiempos que generaba mucho trabajo. Se convertían en puntos de tertulias y charlas, ya que las visitas a estos talleres eran variadas para la comprobación del trabajo realizado y ajustar las medidas hasta el acabado final.
En su intervención hizo alusión a las labores de reparación que se hacían en la ropa y en el calzado para seguir utilizándolo, explico términos poco usuales hoy en día como “remendar” una prenda. Remendar era reforzar, con otro trozo de tela la parte vieja de la prenda, que se tapaba con otra tela, que muchas veces no era del mismo color, y que permitía seguir utilizando la prenda.
En la misma línea preguntó si alguien sabía lo que era “zurcir”, explicando que es unir los dos extremos de la tela, que ha resultado rota, juntando ambas partes con puntadas de hilo, de modo que la unión resulte disimulada y apenas se aprecie.
Habló de manera breve del oficio de zapatero, explicando que en el pueblo había numerosos talleres. La elaboración del calzado era totalmente artesana, teniendo que hacer distintas pruebas hasta su finalización. A modo de curiosidad nos dijo que antiguamente se recurría al zapatero incluso para la limpieza del calzado. Los zapateros, al igual que los sastres y modistas, recurrían también al remiendo del calzado para su reparación.
Destacó lo común que era que las mujeres se juntaran en las puertas de las casas para hacer ciertas tareas de costura, dando lugar a numerosas tertulias de todo tipo, un modo de vida social y de relación entre los vecinos que ya está desaparecido. Nos dijo que en las medias-calcetín que utilizaban las mujeres se hacían arreglos cuando se rompían, utilizando un sistema totalmente artesano para seguir conservándolas.
En definitiva, que todas estas tareas contribuían a facilitar el ahorro de las familias, y el aprovechamiento de las prendas y zapatos.
Aurelio prado Cabrera habló sobre la carpintería y la elaboración y utilización de la madera. Empezó su intervención diciendo que antiguamente, al no haber material eléctrico, el carpintero tenía que hacerse sus propias herramientas, recurriendo al herrero, del que dependía por la parte metálica, para la fabricación de las mismas. Habló de cómo en aquellos tiempos la construcción de los muebles era totalmente artesanal, se hacían manualmente con utensilios como cepillos, formones, gubia, tornos, sierras de mano y otros muchos. La talla, nos explicó, era el proceso de dar forma a la madera con las herramientas mencionadas y bien afiladas. Una práctica que se está perdiendo.
Habló del torno del carpintero, que se utilizaba para dar forma a la madera, como en las patas de muebles y otras formas de adorno.
Resaltó el cambio que ha sufrido el sector, en detrimento del maestro artesano. La llegada de los aglomerados, unos paneles resistentes de partículas de madera mezclada, han ido sustituyendo a las piezas de madera natural, influyendo en su demanda la diferencia económica, respecto a la madera natural.
El cambio en las herramientas, ahora mecanizadas y eléctricas, así como de alta precisión, ha facilitado al carpintero disponer de más medios mecánicos, en detrimento de la labor manual, donde era la maestría del artesano y precisión del mismo lo que resaltaba en el trabajo una vez terminado.
Finalizó diciendo que el oficio de carpintero-artesano se está perdiendo, o está prácticamente perdido.
En cuanto a la intervención de nuestro compañero, Julián Romero Mora-Gil, decir que toda la vida su profesión ha sido la de pastor. Desde muy jovencillo empezó a trabajar con las ovejas, conociendo de primera mano el oficio, donde desarrolló habilidades para el cuidado del mismo con sabiduría y dedicación. Dentro de las muchas características que tiene esta profesión, ligada al conocimiento y adaptación al medio en el que le tocó vivir, aprendió a “pintar un manso”, un trabajo artístico que se realizaba en la lana del carnero, para embellecerlo y engalanarlo, trenzando abanicos y adornos que luego luciría con mucho esplendor a la cabeza del rebaño. También era apreciado por la población, cuando en tiempos pasados transitaba por las calles del pueblo, guiando al rebaño para “la pela” o esquila en los corrales. En aquellos tiempos no se realizaba esta labor en la finca, sino que había que trasladar el ganado por caminos y sendas hasta el pueblo, y aquí era muy importante la figura del manso como guía.
La dificultad reside, según nos cuenta, en que hay que cogerle la maña a la tijera para hacer los abanicos y darle precisión a este trabajo artesano y artístico, que es parte del folclore de Extremadura y Comarca de La Serena.
Julián nos explicó, de manera sencilla y emotiva, que un manso es un cordero que se va haciendo adulto, y al que hay que empezar a enseñarle desde pequeño, porque su misión luego va a ser guiar al rebaño. Se le enseña a que cabrestee, se le ata una cuerda a los cuernos y tiene que seguir sin resistencia, lo mismo que si se tratase de una mascota, las instrucciones del pastor. Enseñarle a comer en la mano era una función que facilitaba mucho el trabajo de acercamiento y entendimiento, para domesticarle y que obedezca nuestras órdenes. Es por eso que el carnero adquiere el sobrenombre de manso, porque se convierte en un animal noble, para poder cumplir su función.
En su recorrido por esta enseñanza, nos dijo como se empieza a trabajar con ellos cuando tienen cuatro meses, cuando ya tienen los cuernos hechos, para luego posteriormente castrarle, porque si no se hace, estaría pendiente de las ovejas y no cumpliría con su cometido.
Pintar un manso es una labor artística complicada, que ya no se hace, y que ha desaparecido. Nos habló, aunque poco, de la función de los cencerros, y como en concreto en los días de traslado del ganado, se le ponían cencerros esquileros a los mansos, que eran grandes y pesados, por eso sólo se utilizaban para ese acontecimiento concreto.
Finalmente, para cerrar el acto, intervino Antonio Donoso Donoso, ilustrándonos sobre la importancia del pastoreo y la ganadería de oveja merina como riqueza. Este tipo de ganadería tuvo mucha transcendencia para la industria lanar, que fue importantísima en el siglo XVIII, tanto en nuestra zona como en España en general, donde existía este tipo de cabañas.
Se presentó, diciendo que vivía a caballo entre Madrid y Cabeza del Buey, pero que donde lo pasa bien es en su pueblo, ya que su pasión es el campo, la naturaleza y la oveja merina. Se define como merinero y describe las virtudes de un buen merinero, diciendo que es aquella persona que exalta las virtudes y bondades de este tipo de ganado y las difunde.
Nos cuenta cómo Cabeza del Buey, siempre ha estado rodeado de rebaño de oveja merina, ya que se dan las circunstancias de pasto y medioambientales para su hábitat.
Este tipo de oveja ha sido un baluarte de nuestro pueblo, puntualiza que es un animal noble, y cómo de él han vivido muchas familias, mediante la leche, carne, lana y cuero. Todos estos productos tenían que ser elaborados de manera artesana, lo que generaba riqueza y trabajo. De ello vivían carreteros, cargadores, esquiladores, pastores e hilanderas.
Nos deja en el aire una pregunta: ¿Por qué la oveja merina ha conquistado todo el continente? Y nos ilustra explicando la importancia del valor que tenía la lana en el mercado, cuando valía dinero, resaltando que Cabeza del Buey tenía varios telares.
La lana es un producto que España paseó por el mundo durante cinco siglos. Nos presenta la lana como un material de lujo. Desde Cabeza del Buey, salían contenedores al Cantábrico y de ahí se distribuía a Amberes y Brujas, para seguir a los puertos rusos y alemanes. Por el Este iban a Florencia y todo el Mediterráneo. La lana se demandaba en todas las cortes europeas.
Dentro de las singularidades, nos enseñó, que, para hacer un queso de La Serena, se necesitan cuatro litros de leche. Cada oveja da 250 gramos, por lo que se necesitan 16 ovejas para hacer un solo queso.
Por otro lado, las ovejas no estaban siempre en La Serena y La Siberia, tenían que hacer la trashumancia, un movimiento continuo pastoreando, que se realizaba a pie por las cañadas reales, cordeles y veredas, buscando pastos más frescos. Aprovecho este apartado de su intervención para recordar a los jóvenes la importancia y el patrimonio de las cañadas reales, invitándolos a caminar por ellas, bien haciendo rutas de senderismo o bicicleta, por ejemplo.
Para finalizar, matizó que la ganadería de la oveja merina principalmente sostuvo la estructura social de Cabeza del Buey.
Explicó el proyecto avanzado de la Asociación Amigos/as de las Escuelas Hogar, de hacer un monumento al pastor, en homenaje a su figura y a la ganadería en general por lo que supuso en el pasado, así como a todas las familias de pastores y ganaderos. Recordó la importancia de tener este proyecto en cuenta y hacérselo llegar a nuestros familiares y amigos, para que entre todos pueda ser una realidad.
Agradecemos desde estas líneas a Nazaret Serrano Simancas el poder haber formado parte de este proyecto, para hacer llegar a las generaciones más jóvenes el valor de los oficios antiguos, lo que representaron en la sociedad, y cómo han evolucionado de manera eléctrica, electrónica y digital, reduciendo así el trabajo manual.
Del mismo modo, agradecemos a la directora del IES Muñoz-Torrero, Natalia Sánchez Nieto, por su acogida y recibimiento, y lo hacemos extensivo a todo el personal del Centro.
Junta Directiva de la Asociación de Amigos/as Escuelas Hogar de Cabeza del Buey.